La hernia de hiato es una alteración anatómica en la que parte del estómago se introduce en el tórax. En cambio, el reflujo es el ascenso del contenido ácido del estómago hacia el esófago, la verdadera causa de los ardores y las regurgitaciones. El reflujo se produce por alteraciones en el mecanismo de cierre que tenemos entre el esófago y el estómago (el esfínter) de forma que, al no cerrar bien, permite el paso desde el estómago al esófago.
La hernia de hiato puede ser asintomática en muchos pacientes, pero, además, es el trastorno que con más frecuencia produce reflujo gastroesofágico. Otros problemas que pueden aparecer son: dolor en la parte alta del estómago o el pecho, vómitos, halitosis (mal aliento), eructos, sangrado (que generalmente se descubre por anemia) o, en casos de hernias muy grandes, volvulación (retorcimiento) del estómago que puede ser una complicación muy seria si no se resuelve pronto.
El reflujo, en cambio, puede aparecer sin hernia de hiato, y aunque muchas veces pasa sin clínica, es responsable de síntomas como ardores (llamado pirosis) y regurgitaciones (retorno de la comida a la boca). Además, el contenido gástrico puede llegar a la garganta, a veces incluso sin producir la clínica de ardores, y ocasionar tos crónica, afonía, faringitis, erosión de los dientes, … en lo que conocemos como síntomas atípicos del reflujo.
Finalmente, el ácido puede producir inflamación del esófago (esofagitis) que puede derivar en úlceras esofágicas, estrechamientos o una alteración de la capa interna del esófago que se conoce como esófago de Barrett.
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